LA MÚSICA BARROCA
Los límites del estilo barroco en música se suelen situar entre los años finales del siglo XVI, momento del inicio de los experimentos musicales que culminarán en Monteverdi, y 1750, fecha de la muerte de Johann Sebastian Bach, último gran defensor del estilo frente a las primeras voces críticas que proponían nuevas soluciones y que llevarían al triunfo del Clasicismo. Evidentemente, un estilo que impera durante siglo y medio no puede dejar de sufrir modificaciones y evoluciones. En el caso del barroco, pueden distinguirse sin embargo varios elementos básicos que permanecen a pesar de las diferencias: el empleo del bajo continuo y el estilo concertante, que consiste en el enfrentamiento de varios grupos vocales o instrumentales compuestos por diferente número de intérpretes y a veces por diferentes instrumentos, siempre con el bajo continuo como base armónica. Junto a ello es preciso señalar el progresivo abandono de la armonía modal en favor de las escalas mayor y menor que se emplean hasta la actualidad. Asimismo, la progresiva dificultad de las composiciones hizo necesario el nacimiento del compás, que divide el tiempo en partes iguales.
Por otra parte, la música del Barroco se caracterizará por la búsqueda de la expresividad, plasmada en una sistematización de los diferentes afectos humanos, que se relacionarán tanto con las diferentes escalas como con los instrumentos, y que será conocida como Teoría de los Afectos. Esta teoría surgió de la música vocal, aunque después pasó a aplicarse también a la música instrumental como forma de hacer llegar al público unos sentimientos concretos.

Por lo general, se admiten tres etapas en el desarrollo del barroco musical: barroco temprano, barroco medio o pleno y barroco tardío, que sólo se pueden fechar de forma aproximada. El barroco temprano (1580-1630) se originó en Italia en los últimos años del siglo XVI como consecuencia de una evolución dentro de la música del Renacimiento. El nuevo estilo cuajó hacia 1600 gracias a la obra de compositores como Claudio Monteverdi o Giulio Caccini, cuya obra Le Nuove Musiche (La Nueva Música) tiene un título revelador del deseo de basarse en planteamientos nuevos. En la implantación de este nuevo estilo fue fundamental el desarrollo de la imprenta, que permitió una mayor y mejor difusión de la obra de estos autores. El triunfo del nuevo estilo no supuso la desaparición del estilo previo: el stile antico o stile alla palestrina del Renacimiento convivió con el nuovo stile al que Monteverdi, refiriéndose a su propia obra, llamó seconda pratica (segunda manera) para distinguirlo de la prima pratica o primera manera que había aprendido de sus maestros y en la que había iniciado su obra.

El barroco medio o pleno (1630-1680) se caracteriza por la creación del bel canto (en italiano bello canto), que es aplicado primero a toda la música vocal, para pasar sus procedimientos posteriormente a la instrumental, y que logra en esta etapa un desarrollo notable. El estilo belcantista, como el recitativo, surgió dentro de la ópera. El cansancio que provocaban las representaciones basadas solamente en el estilo recitativo llevó a la búsqueda de elementos que introdujeran variedad e impidieran que el interés del público decayera. Para ello, comenzaron a intercalar fragmentos melódicos en los que los cantantes, por lo general en solitario, comentaban la acción. La generalización de estos fragmentos (conocidos con el nombre de aria) llevan a una primera distinción entre momentos de reflexión y momentos de acción, que será fundamental en el desarrollo de los esquemas del resto de los géneros. Por otra parte, el aria pasa también a la música instrumental dando lugar a pasajes melodiosos que alternan con los escritos en estilo contrapuntístico. La armonía de esta etapa es ya declaradamente tonal. El asentamiento de la tonalidad limita el uso de la disonancia y el lenguaje musical va uniformándose en toda Europa.